miércoles, 12 de julio de 2017

Pepe

Un cuadro no es una pipa pero puede ser un fragmento de la vida. En aquellarre (aunque ahora, después de gozar colores primarios, ya no parece un aquelarre), el personaje principal sobra. Le quita olor al cuadro, lo embrutece. Como se supone que soy libre, lo puedo cubrir con pasta nueva y dejarlo camuflado, o mejor oculto, desaparecido, en el paisaje.
Pero ya prefiero no ser libre, o por lo menos esperar tu mirada clínica. En realidad, ya sabes, en esta época de la vida nada de lo que es humano me interesa. Me refiero a la pintura. Y a la política. No me interesan los personajes principales, ni los secundarios. Los que están en la oposición buscando grietas en el panal de miel, buscando colarse en el panal y echar a los zánganos que están dentro y aposentarse ellos.
Recuerdo, de los tiempos de instituto, al profesor Vives. Mallorquín en Tenerife. Profesor de francés en el Andrés Bello. Una vez nos dijo que no nos fiáramos de las noticias y comentarios políticos en los periódicos. Si leíamos blanco, la verdad era negro. Y al revés.
De la política me interesa lo que tiene de teatro. Comedia en tiempos de paz y drama en días y noches de guerra. Teatro mucho, verdad muy poca. Y eso que, según un astrólogo serio que conocí en la juventud, estoy más capacitado para la política que para la literatura. En fin, no soy el único en este mundo que se equivocó de oficio. No hice carrera política porque la puta honestidad no me dejó. Pude haberme metido en un partido con posibilidades, y hacer dinero y hacerme notar. Pero no creía ya entonces en ningún partido político, sin darme cuenta que meterse en política el primer requisito es darle una patada a la honestidad. Perecer honesto pero no serlo. Burlar a la ley pero parecer que la defiendes y la cumples a rajatabla.

1 comentario:

Jesús Castellano dijo...

Disculpa, Pepe y demás lectores. Esto está publicado sin querer. El razonamiento político no está acabado. En fin, menos mal que no es una de esas confesiones que una persona cabal no le dice ni al confesor. En fin.