viernes, 9 de marzo de 2018

Salí de casa, caminado, sin bastón (vamos a ver cuando lo recupero) y llegué a Los Lavaderos.
No me equivoco con Belén Valiente. Si hubo un mesías prometido, ella es la poeta prometida. La otra poeta, fuego de artificios y tremendismo hueco, algún grano de vez en cuando entre tanta paja. Lo malo de Belén es que es demasiado guapa, mujer bereber, y corro el riesgo de ampliar los motivos de mis sufrimientos platónicos. En fin, que sufra el cochino. Lo importante es que su primer libro ya lo tenía en el bolso. Lo hojeé. Es curioso, el mito de Jekyll y Hide transferido a la poesía se cumple en ella. No alrededor de la virtud o ausencia de virtud, sino en cuanto al estilo. La metáfora domina en su primer libro. En los poemas que leyó la metáfora es la vida, dicha con una claridad estupenda, sin artificios, expresada como fuente de agua rica en minerales. Su cabello también es rico. Hermosa cabellera.

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