miércoles, 7 de marzo de 2018

Sí, escribo mucho, demasiado. Eso me pasa cuando estoy nervioso y me pongo febril. Paro como una coneja. Y no me importaría si tuviese un plan. Construir algo nuevo. Más en sintonía con lo que uno vive y siente. Pero la obra pendiente, los borradores, quiero pulirlos tanto que me cansa y me traba. Pero algo estoy logrando. Lo malo es que el ordenador que uso --no me preguntes por qué no uso el portátil-- necesito cambiarle la pantalla, una que tenga seguro el encendido. Sí, las hay baratas. Hasta lo barato, ahora todo es caro. Y no hablo más. He sido mal vendedor y lo estoy pagando.

Lo que es impagable es la amistad con Labios Rojos. Criatura que sí, me despierta sensualidad pero me despierta mucho más que eso. Nuestra relación no es estrecha, pero es reconfortante. Me agrada que me pida que la ayude a corregir sus dibujos. Yo dibujante no soy muy bueno, pero la ayudo encantado.

Otra cosa es la copla. Hoy me hizo recordar que por ahí tengo a Juan Cabrón. Joder, lastima no tener perras. Editaría esa obra, no sé si con pseudónimo. Es una poesía que también se ha quedado atrás. Pero la forma de la copla hoy me ha llegado de nuevo, la forma intelectual. Pero no logro oírla de nuevo. A ver si otra boca las canta como hay que cantarlas. Como las cantaba Juan Cabrón. A ver si lo espabilo.

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